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UN ARTÍCULO DE LUJO SOBRE SAMARCANDA

Un Embajador español en el País fabuloso Transoxania
Las aventuras de Ruy González de Clavijo en Samarcanda

22 de noviembre Anno Domini 1404

Por última vez, el embajador de Su Majestad Enrique III de Castilla y León está contemplando la ciudad de las maravillas donde ha visto cosas y vivido aventuras que en su patria española nadie creerá. La ciudad que allí se extiende delante sus ojos es en aquel entonces una de las más grandes del mundo y 1001 leyendas la envuelven: Samarcanda. Ayer cayó la primera nieve y todos los techos, el bazar y las madrasas están cubiertas de una blancura reluciente.

 

 

 

Sólo las inmensas cúpulas de color turquesa se erigen desde la nieve como si fueran bóvedas celestes bajadas a la tierra. Después de grabar profundamente esta imagen de bella grandiosidad en su memoria, aparta la vista y da de espuelas a su caballo para empezar el largo camino de regreso al oeste de Europa que durará más de un año.
Ruy González de Clavijo había pasado casi tres meses como embajador de Castilla en la corte del Gran Kan Timur (Tamorlán) en Samarcanda. ¿Cómo llegó un diplomático español, quien había nacido en el pueblo insignificante de Madrid, a entrar en la radiante y famosísima metrópoli del Oriente? ¿Por qué su Rey le había mandado a ese país tan increíblemente lejano que ya parecía de otro mundo, llamado en Europa "Transoxania" (hoy Uzbekistán)? ¿Cuál había sido la intención de aquella misión peligrosa?

El día 21 de mayo de 1403, Clavijo había salido del Puerto de Santa María cerca de Cádiz para abrir uno de los capítulos más aventureros e interesantes en la historia de la diplomacia del Occidente. Como le había pedido el Rey, Clavijo resumió todas sus impresiones durante el largo viaje al centro de la Gran Ruta de la Seda, escribiendo un diario que hoy constituye una de las fuentes más fidedignas y fascinantes de la historiografía de la Baja Edad Media. Hay pocas relaciones de viajes de aquella época que ofrecen descripciones tan detalladas y exactas y algunas de las observaciones de Clavijo parecen todavía acertadas hasta hoy día, para el actual país Uzbekistán.

Después de dejar atrás Constantinopla, el viaje, cada vez más penoso, les llevó a Clavijo y sus acompañantes por regiones solitarias y exóticas como el Imperio Trabizonda, Armenia, por donde pasaron con vistas al Monte sagrado Ararat, Persia, Afganistán y finalmente atravesaron el Hindukush, para acercarse a su destino. En algún lugar en Persia, los castellanos tuvieron un encuentro con una embajada del Sultán de Egipto, que también quería dirigirse mediante una misión diplomática al gran Amur Timur, Emperador del Oriente. Los embajadores procedentes de España y Egipto decidieron viajar el resto del camino juntos (también por razones de seguridad). Pero luego avanzaron aún más lentamente que antes, porque los egipcios llevaron todo un zoo consigo, destinado para servir de regalo para el Gran Kan: caballos árabes, 15 camellos, un cocodrilo y una jirafa.

El lector del Siglo XXI apenas podrá imaginarse las dificultades logísticas que ocurrieron durante el transporte o la búsqueda de alimentos para unos "regalos" tan extravagantes y vivos – en una época en la que coches de caballos eran el medio de transporte más rápido.
Es que esos regalos debían llegar vivos a Samarcanda, pero antes la extraña caravana tenía que cruzar desiertos y desfiladeros en las altas montañas. ¿Qué puede comer una jirafa en medio de un desierto sin árboles o cerca de glaciares? No lo sabemos, pero la jirafa, eso sí es cierto, llegó viva a la corte del Kan Timur para la gran alegría del mismo. El destino del pobre cocodrilo, por otra parte, quedó incierto en las nieblas de la historia.

A finales de agosto de 1404, Clavijo y sus bravos españoles y los egipcios llegaron a Samarcanda, pero tenían que esperar pacientemente casi una semana en un palacio delante de las murallas de la ciudad hasta que el todopoderoso Timur - quien hizo temblar a la mitad del mundo como antaño su lejano antecesor terrible Gengis Kan – les hiciera llevar a su residencia. El día 8 de septiembre de 1404, Clavijo entró en Samarcanda, la Perla de la Gran Ruta de la Seda. Era una ciudad que como ninguna otra avivaba la imaginación de los europeos: fundada hacia 600 años a.C. , en el año 330 a. C. la conquistó Alejandro el Magno, en el siglo VIII d. C. fue conquistada por los árabes, formando luego parte del Islam y convirtiéndose en una metrópoli de las Artes y ciencias. Pero en 1220, la estrella radiante de Samarcanda casi se habría apagado para siempre, porque delante de sus murallas apareció la amenaza más grande durante su larga historia: "el Sol de Satanás". Así contaron que Gengis Kan se denominó a sí mismo en un mensaje a los vencidos, antes de hacer matar a la mitad de todos los habitantes y construir pirámides de terror con sus calaveras y torres hechas de sus huesos.

Posiblemente, Clavijo pensó por momentos en esas sombras espantosas del pasado cuando estaba caminando al palacio de Amur Timur. Pero ahora, en 1404, Samarcanda estaba renaciendo de sus ruinas, mucho más grande y soberbia que jamás. Clavijo notó impresionado: "Samarcante... es más grande que la ciudad de Sevilla" estimando el número de habitantes con 150.000. Con frecuencia, a pesar de un lenguaje exacto y estilo más bien prosaico, su relación revela su asombro perplejo ante los grandiosos monumentos de la época de Timur, recién construídos o en proceso de construcción durante la visita del embajador castellano. Naturalmente, Clavijo había conocido los espectaculares monumentos árabes o mudéjares de su patria: el Palacio de la Aljafería en Zaragoza, la Gran Mezquita de Córdoba, el Alcázar en Sevilla o la Alhambra en la todavía islámica ciudad de Granada. Todos edificios únicos.

Sin embargo, al leer el diario del viaje de Clavijo, se transmite una fascinación que ya no encuentra palabras cuando intenta describir los palacios y mezquitas de Samarcanda: los numerosos mausoleos de cúpulas turquesas de la necrópolis Scha -i-Sinda, erigidos durante los Siglos XIII – XV, el pomposo mausoleo Gur-i-Emir con su imponente cúpula de azulejos y la inmensa Gran Mezquita de Bibi Hanim.


(Necrópolis de Scha-i-Sinda)


Clavijo siempre repite en su descripción detallada de esos edificios que la combinación dominante de colores es la de azul y oro (en los interiores) y a veces, incluso ese prosaico diplomático castellano interrumpe bruscamente su relación con las palabras sobrecogedoras: "y mucho más de hermosura había que no se podía describir
A veces se trata de una hermosura frágil. Como en el caso de la Gran Mezquita Bibi Hanim. Es una de las pocas mezquitas del Islam que lleva nombre de mujer: Timur la hizo edificar en honor de su esposa favorita. Ese templo se convirtió en un monumento de genial megalomanía con el que Timur quiso superar todas las mezquitas construídas hasta aquel momento. Hizo venir arquitectos de Persia e India para que construyeran aquí la mezquita más grande del mundo. El primer edificio de Bibi Hanim fue derrumbado por orden de Timur, ya que le parecía "demasiado pequeño". Luego, esa mezquita titánica se concluyó en el tiempo récord de tan sólo 5 años (1399 – 1404), pero ya inmediatamente después de la conclusión de las obras, el edificio empezó derrumbándose poco a poco – las bóvedas y cúpulas eran demasiado grandes y los frecuentes terremotos aceleraban el proceso de destrucción. Bibi Hanim, esa mezquita gigante que ahora están reconstruyendo lentamente, tuvo 500 columnas, una superficie de 130 x 102 metros y cuatro cúpulas inmensas y el portal de entrada tiene una altura de 35 metros.

 

 

 

Raras veces un hombre se siente tan pequeño e insignificante como en el momento cuando entra por ese portal, mirando tímidamente hacia arriba. Causar esa sensación era la plena intención de los constructores. Pues Timur, "la espada del Islam" (como fue llamado a veces), siempre dijo: "¡Los que cuestionan nuestro poder que contemplen nuestros edificios!".

Mezquitas como demostración del poder. Toda la pomposidad grandiosa que Clavijo vió a lo largo de su camino al palacio de Timur, debía intimidar a los visitantes del Gran Kan: una alameda sin fin, una cúpula turquesa después de la otra, cada vez más altas e impresionantes
Y al final el palacio de Timur, el temido y todopoderoso, casi semejante a Dios. Amur Timur, a veces llamado "El Cojo" por una herida en el pie, había nacido como lejano descendiente de Gengis Kan por el lado materno, y sus antepasados se habían convertido al Islam. Desde 1366 reinó en Samarcanda – ciudad en la que hizo reconstruir lo que el "Sol de Satanás" había destruído y la que convirtió en la capital más esplendorosa de su época. Como conquistador, sin embargo, fue cruel y obsesionado por el poder – un poco similar a su antepasado Gengis Kan. En tan sólo tres décadas y mediante conquistas rápidas y sorprendentes, logró fundar un imperio gigantesco que se extendió por el país actual de Uzbekistán y todas las regiones de la Asia Central desde el Cáucaso y el Sur de Siberia hasta Persia y Afganistán, conquistó también Delhi, Bagdad y Damasco, sometiendo Siria, la mitad norte de la península árabica, así como todo el norte de la India a su gobierno. Timur llegó a ser el soberano más poderoso en Asia, venció a Totamix, el Kan de la Horda Dorada y planificó un ataque contra el Emperador de China. Finalmente, venció a los otomanos en la batalla de Ankara. ¿Qué estaba sintiendo Clavijo al acercarse paso a paso al centro de poder de ese soberano global?

¿Estaba pensando en los cuentos espeluznantes en los que Timur – parecido a Gengis Kann – hizo construir pirámides de espanto con las calaveras de sus enemigos vencidos delante de las puertas de ciudades conquistadas? ¿O se trataba sólo de leyendas propagandísticas contadas por sus enemigos? Posiblemente, Clavijo estaba lleno de expectativa, esperando la pompa fabulosa de la corte, ya que Timur no sólo era un conquistador temido, sino también famoso por su generosidad como mecenas y convidador. Lo más probable era que el embajador español estuviera pensando en el éxito de su misión: lograr una alianza entre Castilla (o los reinos europeos en general) y el gran Timur contra los turcos otomanos para frenar el avance amenazante de aquellos en Europa.

Es que Timur fue el único gobernador quien había vencido al Imperio Otomano, una amenaza permanente para Europa. Siendo un buen diplomático, Clavijo naturalmente se calla con respecto a su misión, no nos cuenta nada explícitamente sobre el éxito o fracaso del plan político que le llevó a Samarcanda. Pero nos ofrece una descripción detallada del ceremonial de la corte.

Como todos los otros visitantes, se acercó al Gran Kan mediante un ceremonial complicado y lento, después de un sinfín de inclinaciones con los brazos cruzados, genuflexiones y otras muestras de reverencia. ¿Qué podría haber pensado Clavijo durante esos rituales de reverencia? Quizás estaba preocupado porque sus regalos para Timur eran más modestos que los de los egipcios.

Pues, en vez de un zoo con camellos y jirafa sólo podía ofrecer ricas telas y dos halcones. Cuando llega finalmente al trono del Kan, la primera impresión pudo haber sido decepcionante, porque el temido conquistador de la mitad del mundo conocido ya estaba viejo y enfermo, un par de meses más tarde iba a morir.

 Pero a pesar del reconocimiento un tanto tranquilizador que incluso los más poderosos de la tierra tienen que someterse a la ley de la transitoriedad de todo lo humano, el embajador castellano se habrá sentido muy inseguro durante ese primer encuentro. Primeramente, porque notando la enfermedad grave de Timur, tenía que dudar el éxito de su encargo. Pero también porque nadie le habrá explicado bien la etiqueta del palacio en "Transoxania". ¿Cómo pudo saber que en la corte de Timur no se besa la mano o el anillo del soberano al saludarlo? ¿Alguien le advirtió que en Samarcande se esperaba de los visitantes que tomaran un baño antes de ser recibidos en el palacio? Pues, los cristianos de la Edad Media no estaban acostumbrados a tanta higiene oriental y tomaron personas que se lavaban con frecuencia por " sospechosos ", ya que sólo judíos y musulmanes solían lavarse cada día. ¿Le habían dicho antes a Clavijo que tenía que acostumbrarse a comer carne de caballo y beber litros de leche de yeguas?

No obstante, a pesar de todos los posibles malentendidos que podían haber causado dificultades durante los primeros encuentros con el Kan, Clavijo pronto se siente muy mimado en Samarcanda. En la corte, le trataron muy bien, el gran Timur manda darles muchos regalos y vestiduras como para reyes a él y sus acompañantes, y casi cada día, los invita a banquetes. Mientras que el tiempo esté bueno, los españoles son invitados a un entoldado pomposo en el jardín. Clavijo menciona, no sin orgullo, en su diario que el Gran Kan dió la orden de dar un asiento elevado a los embajadores españoles de su "amigo Enrique" para destacarlos entre los visitantes, mientras que los embajadores del Emperador de China fueron humillados, ya que tenían tomar asiento en el lugar más bajo

Realmente divertidas en el diario de Clavijo resultan las descripciones de juegos organizados para los ilustres visitantes durante las fiestas. Especialmente entretenido es el espectáculo de la "carrera de elefantes". Primeramente, los chicos de Samarcanda juegan con los elefantes, vistiéndolos. Luego tiene lugar la carrera de esos elefantes de la India, adornados de ricas telas. Lleno de admiración, el embajador castellano nos habla de los bazares de Samarcanda, la seda y las especias exóticas que se encuentran allí, también le impresionan los baños públicos y las modernas instalaciones de riego que hacen florecer los "jardines del paraíso".

De hecho, Clavijo debe haberse sentido como en el paraíso, porque el segundo día, le invitaron a una gran fiesta con banquete y espectáculos. O se trataba de una fiesta oficial en su honor, o le invitaron a una de las numerosas bodas. Pues, cada tres o cuatro días se casó alguno de los hijos, hijas, nietos o sobrinos de Timur y la vida en Samarcanda parecía toda una fiesta. Y los temores de los europeos que en el imperio del protector del Islam debían echar de menos disfrutar del vino no eran nada acertados. Clavijo no sólo se asombró de las toneladas de asado de carneros que se comían durante aquellas fiestas, sino también quedó impresionado por las cantidades de vino que tomaron. Antaño como hoy día, Uzbekistán parece ser el país islámico donde más vino se bebe. A veces, Timur mismo mandó un "emborrachamiento colectivo" con algún motivo festivo. Todos los presentes, especialmente los embajadores extranjeros, brindaron por Timur y su familia y tuvieron que beber bastante.

Con la llegada del invierno se terminó de repente el tiempo paradisíaco de los banquetes, porque Amur Timur se ponía cada vez más enfermo, estaba ya moribundo. Su sepultura ya estaba preparada., ya que el mismo había mandado la construcción del pomposo mausoleo Gur-i-Emir, casi concluído. Clavijo observa que los obreros trabajan día y noche sin pausa para concluir la cúpula del mausoleo, así como la Mezquita Bibi Hanim, para terminar las obras lo más pronto posible.

 

 

Construída más tarde por sucesores de Timur: la Plaza Registan con las madrasas de Ulugh-Bek (izqa., 1420), Shir-Dor (dcha., 1636) y Tilla Kari (1660)

El soberano que hizo temblar a mitad del mundo, pero también construyó una ciudad fantástica que ya no parecía de este mundo, murió sólo dos meses después de la partida de Clavijo el día 14 de enero de 1405. Su sarcófago se encuentra hoy debajo de la cúpula dorada de Gur-i-Emir.

El día 22 de noviembre de 1404, Clavijo y su equipo se despidieron de Samarcanda. ¿Había tenido éxito su misión? Pensando en dimensiones políticas, habrá que decir que no, ya que no había ninguna guerra común de Timur o sus herederos y los reinos europeos contra los otomanos. La súbita muerte del Kan impidió una alianza oficial entre Toledo y Samarcanda. Sin embargo, ese contacto diplomático entre España y Transoxania (Uzbekistán) es uno de los más interesantes y poco conocidos episodios de la Baja Edad Media.

 

 

(Exterior e interior de la mezquita de Tilla Kali)

Sin duda, ya 600 años antes, Clavijo quedó fascinado por el pensamiento que también en el año 2004 domina las impresiones de cada visitante de Samarcanda - la periodista Ina Tkatsch lo resumió tan acertadamente: "Uno camina como un sonámbulo por tanta grandiosidad que puede ver en esta ciudad."

Texto + Fotos: Berthold Volberg

(Si quieres leer más de sus artículos  entra en

http://www.caiman.de/portpt.shtml (Artículos sobre Portugal), atento, Capi

http://www.caiman.de/espan.shtml (Artículos sobre España)

 

5 comentarios

ALI ABUL HASSAN -

Felicitaciones por todas las actividades ; no hay mejor que ser amante de las culturas,viajes en la historia y contemplar el sentido profundo y bonito del
arte y de la cultura..
SALUDOS ;
ALI ABUL HASSAN

Cris Xococrispip! -

¡Alucinante el artículo!
Clacijo debía estar completamente alucinado ante tanta grandiosidad y belleza que, a pesar de que España también es bonito, debió parecerle una belleza solo comparable al paraiso...¡Preciosoooo!

Cayetana -

En esta ocasión no me cabe la menor duda: ¡excelso!

Susana -

Im-presionate, me encantan las cronicas de viajes.

Nuria -

Clavijo debió vivir una experiencia única para su época, no me extraña ue se sintiera fascinado ante un lugar tan impresionante y diferente a lo que él estaba acostumbrado. La verdad es que Samarcanda tiene que ser increíble.