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CAMBIOS ICONOGRÁFICOS DEL GÓTICO (2). LA IMPORTANCIA DEL INDIVIDUO

Gil de Siloé. Sepulcro infante Alfonso. Cartuja de Miraflores

 

El mundo gótico (gracias a San Francisco, a Santo Tomás, a Ockham…) presencia un ascenso del individuo que se opone a esa isocefalia típica del románico en donde las caras casi eran intercambiables y sólo se distinguían por un rótulo o por un símbolos (como San Pedro y sus eternas llaves).

Especialmente a partir del siglo XIV (cuando la cultura se va secularizando), el individuo (y su estirpe) comienza a ganar importancia.

De ello se derivarán nuevas formas iconográficas que se mantendrán (y aumentarán) durante el renacimiento y el barroco.

Por una parte aparecerá el retrato, al principio poco caracterizado.

El primer modelo será el del donante, arrodillado y aún en perspectiva jerárquica frente a la divinidad

 

 Descendimiento. Van der Weyden.


Pasando el tiempo llegará su explosión con los primitivos flamencos que ya no sólo copiarán el aspecto exterior sino que irán internándose en la psicología del personaje, como ya analizó Mar en su artículo del Matrimonio Arnolfini

 

  

Campin

 

Junto a él resurgió el sepulcro en donde la figura pasará del modelo tumbado a incorporarse sobre su codo a finales del periodo

  

Sepulcro en el Monasterio de Batalha. Portugal

 

Villarcázar de Sirga. Palencia

  

Covarrubias

Plorones o plañideras

Y qué decir de la multiplicación de escudos del gótico a partir del XIV (también en relación con el renacimiento de la monarquía)

  

San Juan de Reyes. Toledo

 

  

Lonja de Valencia

 

Incluso los propios artistas irán saliendo poco a poco del anonimato y a partir del siglo XIV conocemos una gran cantidad de ellos (Giotto, Simone Martini, Claus Slauter, Gil de Siloé…)

 

Imágenes y texto: Vicente Camarasa

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