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DOS CATEGORÍAS ARTÍSTICAS PARA EL BARROCO: ENTRE LA SINESTESIA Y LA CENESTESIA (1). Sobre el tacto y el gusto

 

Ribera. El tacto

Tomada de http://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_de_Ribera

 

Cuando contemplamos una obra barroca, y a menudo sin sentirlo, nuestras reacciones exceden de lo puramente visual-racional (como sería el mundo renacentista) para internarse en el mundo de los sentidos y las sensaciones.

Como decía Santiago Sebastián, frente al renacimiento, el barroco no es para ser contemplado sino para ser persuadido. No se realiza para disfrutar de la belleza sino para confundirse con los sentimientos, dejarse llevar por ellos. Un arte de propaganda, como ya hemos analizado en alguna ocasión, dejándose llevar por los sentidos.

A esto, la confusión de sentidos y percepciones de los mismos, a menudo se le denomina sinestesía, una categoría estética que los posimpresionistas llevaron a su cenit.

En el barroco esta actitud sinestésica tiene que ver mucho con la unificación de artes para crear ambientes conjuntos y también con las formas teatrales (entendidas en un sentido amplio) que fueron habituales en el periodo que se volcó hacia el exterior.

Y es que, al contrario del renacimiento que nos propone obras autónomas de todo en las que sobra hasta el propio espectador, en el mundo barroco la obra sólo es una parte del hecho artístico al que habría que añadir el espectador y las relaciones entre él y la obra.

 

El Gesú

Esta corriente de emociones entre ambos polos se basa no sólo en sensaciones puramente visuales sino que intenta ampliar la comunicación a otros sentidos, como el tacto (fijaros en la insistencia de las texturas que siempre tendrá la pintura barroca, que literalmente nos obligar a sentir con las manos de nuestros ojos cada uno de los elementos).

 

Vieja friendo huevos. Velázquez.

Tomado de http://es.wikipedia.org/wiki/Vieja_friendo_huevos

 

Uno de sus grandes iniciadores será Caravaggio, que se desmarcará del intelectualismo manierista para situar a sus personajes en ambientes perfectamente realistas, haciendo de la religión un hecho cotidiano destinado al pueblo. En esta profunda revolución el tacto de las cosas es esencial para conseguir la verosimilitud del mensaje.

 

 

A mitad de camino entre el tacto y el gusto se encontrará un género que tendrá un enorme crecimiento durante el barroco: el bodegón. Sólo fijaros en esta magnífica obra de Sánchez Cotán, sus famosos bodegones místicos de intención aún no aclarada por completo

Tomado de http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_S%C3%A1nchez_Cot%C3%A1n

 

Pero si en un lugar el gusto llegó a sus más altas cumbres fue en la burguesa Holanda. Fijaros en estos bodegones de Heda y su interés por los sabores. Fijaros en los limones y ostras que lo pueblan y concentraos por un momento en ellos… Muy pronto comenzaréis a salivar, pues son verdaderos cuadros gastronómicos, degustativos, que adornarían los comedores burgueses como un aperitivo a la comida verdadera. (Aquí tenéis algunos ejemplos del mejor bodegonista español del XVII, Van der Hamen)

 

 

 

 

 

 Más allá de esto, todo el arte barroco está pensado no para la contemplación autónoma (como vemos en los museos actuales) sino en un ambiente en donde la luz, el espacio, la música, el movimiento de las figuras o las masas son esenciales.

Muchas de esas cosas ya las hemos perdido para siempre (o tenemos una leve sombra de ellas en lo que sabemos de barroco efímero, al que pronto dedicaremos un artículo) y sólo podemos recordarlas en eventos especiales y al que dedicaremos el próximo artículo, mucho más cenestésico que este.

 

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 Vicente Camarasa

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