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LA TEATRALIDAD BARROCA. MENTIR A LOS OJOS PARA SALVAR EL ALMA Y PROTEGER AL REY

  

El suelo es totalmente plano, os lo aseguro. Iglesia de los Venerables. Sevilla

 

Ya lo decía Quevedo, nuestro gran escritor del Siglo de Oro (siglo XVII).

 

Hay muchas cosas aquí que parecen existir y luego no son más que un nombre o una apariencia

 

Valdes Leal supo crear lo imposible: una aparición divina de la Santa Cruz en un techo casi plano. Iglesia de los Venerables, Sevilla.

 

Pero no lo era sólo aquí, en España, sino en toda Europa. La mentira, la teatralidad era uno de los grandes pilares del Barroco: utilizar el arte como una forma de propaganda de la religión y el poder del rey.

Frente al Renacimiento, sólo conocido por las clases más cultivadas, el Barroco tenderá a ser en muchos de los casos un arte para controlar al pueblo (Maravall), un control ideológico sobre la masa que no sabe leer pero sí puede mirar.

Precisamente por ello, los artistas barrocos retomaron muchas de las técnicas aparecidas en el renacimiento  (perspectiva lineal, claroscuro o los trampantojos en pintura; el uso de la luz para generar espacios en la arquitectura o los falsos fondos pintados), para convertir la ciudad y la iglesia como grandes teatros en donde se escenifica el poder del rey, la sociedad estamental o la nueva iglesia reformada que surgió tras el Concilio de Trento.

 

Este proceso se inicia a finales del XVI en Roma, siendo su ejemplo más espectacular la plaza del Vaticano realizada por Bernini, hecha como unos grandes brazos que rodean a los creyentes y crean el espacio perfecto para las apariciones del Papa en las grandes solemnidades. El gigantesco espacio hace que el individuo se sienta pequeño, débil, insignificante ante el inmenso poder de la Iglesia.


 

  

Efectos parecidos conseguirá con el baldaquino de la Basílica de San Pedro o muchas de esculturas como podéis ver en este artículo que realizó Mar

 

Otro de los grandes arquitectos italianos, Borromini, jugará constantemente con el espacio para crear amplias perspectivas en lugares normalmente pequeños. Quizás el juego más espectacular sea la columnata de entrada que realizó para el Palacio Spada en donde la realidad y la ficción se entremezclan, como podéis ver en estas fotos.

 


 

En realidad la perspectiva no es real, es mucho más corta, pero las columnas se van haciendo más bajas y el techo desciende mientras el suelo asciende para que en muy poco espacio creáis que existe una gran columnata

 

 

En este juego de apariencias  jugó un papel muy importante la pintura decorativa, que consiguió eliminar las paredes y techos, reconvirtiéndolos en  arquitecturas increíbles que crean espacios infinitos poblados de ángeles, santos o la propia divinidad.

 

 

Pozzo. Decoración (ilusionista) de los techos de la iglesia jesuita en Viena

Tomado de http://commons.wikimedia.org/wiki/Andrea_Pozzo

 

Pozzo. Trampantojo habitaciones de San Ignacio. El Gesú. Roma

 

En el caso de España fue especialmente importante esta decoración fingida, pues la crisis que sufría el imperio durante el siglo XVII impedía utilizar materiales costosos. No es extraño que en vez de mármoles o bronces se utilizaran pan de oro (finísimas láminas de oro sobre la madera) para los retablos o incluso cúpulas falsas (llamadas encamonadas) que en vez de la cara piedra utilizaban yeso y maderas.

 

 

Aunque parezca mentira toda la cúpula está realizada con yeso y maderas ligeras. Iglesia de San Isidro, Madrid, realizada por el padre Bautista

 

Cúpula de la Virgen de los Desamparados. Valencia. Palomino

 

Otro importante lugar de teatralidad será la arquitectura efímera (hecha con madera o cartón piedra) para las entradas, bautizos, bodas o funerales de los reyes. Pues en todas estas manifestaciones el protocolo organiza la vida como un gran teatro y aporta un componente cenestésico del que ya se habló

 

 

Salida de los reyes del Palacio Real de Madrid (Siglo XVII)

 

Este apartado lo explicaremos con más profundidad en un próximo artículo, pues acabamos éste con una de las principales puestas en escenas del mundo barroco, quizás la única que aún podemos ver en la actualidad de una forma muy semejante a lo que era en un principio. Me refiero a la Semana Santa, en donde la ciudad se convierte en un inmenso teatro en donde los espectadores y las imágenes de la Pasión y Muerte de Cristo se unen en un espectáculo que aturde todos los sentidos (el olor del incienso y las velas, la música fúnebre y los tambores, el propio movimiento de las figuras entre las masas de gente que lo invade todo.

Si queréis haceros una idea entrad aquí y mirad el artículo y video dedicado a la procesión del Gran Poder de Sevilla, en la madrugada del viernes Santo.

 

 

 Vicente Camarasa

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