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UN KITSCH MORAL. EL CHECKPOINT CHARLIE EN BERLÍN

Esta vez el horror florido no tiene esa carga un poco ridícula que caracteriza a muchos de ellos. De hecho, ante él, no podemos ser camp postmodernos, pues no podemos ser irónicos, ya que su problema no es una belleza excesiva ante un tema indiferente sino algo muy distinto: una reconversión en puro espectáculo de un hecho histórico verdaderamente terrible.

Como seguro recordaréis, tras la Segunda Mundial se inició la Guerra Fría entre Estados Unidos y la URSS, siempre bajo la amenaza de la guerra atómica. Uno de sus principales símbolos del periodo fue el famoso Muro de Berlín que dividió la ciudad en una parte capitalista de otra comunista, evitando que los segundos pudieran huir de un régimen cada vez más dictatorial.

 

Dentro de este muro existieron algunos controles fronterizos (como la famosa Puerta de Brandenburgo que habréis visto en las películas de espías). Otro de ellos fue el Check Point Charlie: una instalación del ejército nosteamericano.

De él queda aún la caseta de madera protegida por sacos terreros (ahora ya falsos, pues son de cemento) del puesto de control En sus alrededores ha ido desapareciendo el muro y la calle se ha llenado de tiendas de souvenir y puestos callejeros en donde se venden reliquias del comunismo (gorros de piel del ejército de la URRS, insignias, partes inutilizables de armas…).

 

 

 

Sin embargo el verdadero horror florido se produce en el mismo puesto de control. Dos actores vestidos de militares, hacen que custodian el puesto mientras enarbolan banderas francesas, inglesas o americanas… y cobran un euro al visitante que quiera hacerse una foto con ellos.

 

 

Y aquí se encuentra lo innoble. Lo que fuera un lugar de terror, se ha transformado en un puro objeto turístico, se ha banalizado y convertido en un juego, una pequeña diversión del visitante.

Un lugar que habla de la falta de libertades ahora es un simple souvenir más, olvidando todos los horrores que causó esta división y las centenas de muertos que lo fueron intentando atravesar el muro.

 

 

 

Realmente sería como si en Paracuellos hubiera una gran foto de su matanza durante la Guerra Civil con un agujerito en el medio para sacar la cabeza y hacerse una foto. Como si en Guernica pusiéramos una instalación de aviones de la legión Cóndor y por el precio de un euro más, además de hacernos una foto en los aviones, pudiéramos también destruir una casa de la que saldrían ardiendo mujeres y niños en medios de gritos, perfectamente conseguidos por la tecnología virtual.

No sé si logro explicar el asco que me produjo todo aquello, pues me pareció una verdadera profanación a la memoria de los muertos pero también de los que aún viven y tuvieron que resistir que la política les pusiera un muro que separó una ciudad y sus familias, sus amigos, sus antiguos trabajos. Simplemente intentad imaginarlo poniendo mentalmente este muro en una parte de vuestro barrio y pensad lo que podría suponer todo esto casi durante 30 años.

Pues ya sabemos que el turismo (especialmente el masivo) termina por banalizar las cosas (de ahí la idea de souvenir), ya que el turista mucha veces carece de verdadera información para entender lo que está viendo (o no le interesa tenerla, pues siempre es trabajoso eso que se llama pensar). Pero esto me parece excesivo, grotesco, ya que la memoria es demasiado importante como para convertirla en una atracción de feria.

 

Vicente Camarasa

 

2 comentarios

Vicente -

Muchas gracias por tu comentario pues es lo que pretende este blog ir creando un catálogo de miradas y sentimientos ante el mundo que nos rodea. Ser más conscientes de él y, por consecuencia, de nosotros mismos

finger -

En primer lugar quiero decir que ha sido una suerte encontrar este articulo y quiero felicitar a su autor por él. Tanto las fotos como la descripción de la escena han atraído mi atención. También el hecho de que no hace mucho yo también estuve en el Check Point han colaborado a que terminara de leerlo a pesar de haberlo a encontrado por pura casualidad, y más tarde, me animara a decir algo al respecto.

Cuando yo estuve en el Check Point no tuve la ocasión de contemplar esta escena, en la que los turistas pudieran tener una foto a cambio de un euro. En realidad toda aquella zona estaba bastante desierta de gente y estaba oscureciendo, lo cual hacía que el ambiente fuera bastante desolador en aquel momento. Por eso mi recuerdo es de vacío, muy distinto del que aquí se representa. Especialmente recuerdo los sacos.

En todo caso, a pesar de haber encontrado especialmente interesante lo que he leído, ni siquiera estoy segura de cómo hubiese reaccionado yo si me hubiese encontrado ante esa situación. Por eso esto me hace pensar en lo difícil que es no perder la autenticidad hoy en día, y no verse influenciado por lo que pasa a nuestro alrededor continuamente. Llega un punto en que no sabes quién eres ni de que materia están hechos tus pensamientos y tus opiniones. Ni siquiera si son las tuyas propias o sólo los que has creado como defensa para que todo eso que te rodea no te haga tanto daño. Esto también me crea una gran sensación de vacío, muy distinto al que sentí durante mi viaje a Berlín, en el que no pensé en nada, sólo disfruté de lo que me rodeaba