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DOS MÉNADES EN EL PRADO. DE KALIMACOS A SCOPAS O LA FRONTERA DEL CLASICISMO

 

Ménade de Scopas.

Tomado de historiadelartecad.blogspot.com.

En la exposición Entre Dioses y hombres que ofrece al Museo del Prado hasta abril de 2009 nos podemos encontrar un buen puñado de obras maestras que iremos comentando.

Abrimos el comentario con dos esculturas paradigmáticas que nos pueden explicar el paso del clasicismo al postclasicismo (o segundo clasicismo, o época manierista) que se produce en el paso del siglo V al IV.

 

Se trata de dos Ménades

En la mitología griega, las Ménades son seres femeninos divinos relacionados con el dios Dionisios. Las primeras ménades fueron las ninfas que se encargaron de su crianza, y que posteriormente fueron poseídas por él, quien les inspiró una locura divina Literalmente Ménades puede traducirse por "las que desvarían". Se las conocía como mujeres en estado salvaje con las que era imposible razonar. En los misterios de Dionisios, el dios del vino, la intoxicación les llevaban a un frenesí extático en donde danzaban violentamente y realizaban actos de derramamiento de sangre, sexo y mutilación.

Sobre este tema la exposición muestra varios relieves atribuidos a Kalímacos, propiedad del propio museo. Este escultor, acaso uno de los inventores del capitel corintio junto a Calícrates, se caracterizó por ser el canto de cisne del periodo clásico. Heredero directo de la estética de Fidias utilizó una expresión elegante y refinada, tanto en las posiciones de sus figuras como en el juego de los paños que caen en elegantes y curvilíneas pliegues creando un ritmo ondulante que nos puede recordar al renacentista Botticelli.

 

 

Ménade. Atribuida a Kalímacos

Tomado de http://commons.wikimedia.org/wiki/Image:M%C3%A9nade_relieve_romano_(Museo_del_Prado)_04.jpg

 

La anatomía guarda un canon esbelto y una expresión corporal que intenta unir la exquisitez con un movimiento continuo pero suave, con una leve melancolía en el rostro que luego tomará Praxíteles y el uso de la técnica de los paños mojados (inventada por Fidias) que permitía un doble juego visual, el ritmo curvilíneo de los paños que, tan pegados al cuerpo, permiten también el descubrimiento del desnudo también ondulante, con una sensualidad que, no se desborda, gracias a la contención del gesto de la cara.

 

 

 

Ménade. Atribuida a Kalimacos

Tomada de http://commons.wikimedia.org/wiki/Image:M%C3%A9nade_relieve_romano_(Museo_del_Prado)_02.jpg

 

Nos encontramos, por tanto, en el ideal clásico de armonía total, de movimiento suave y controlado, tanto como la propia expresión, que siempre guardará una calma imperturbable. El control de la razón sobre los sentidos y las pasiones, un equilibrio delicadísimo que muy pronto empezará a tener grietas, estallando en el siglo siguiente.

 

Frente a esta suavidad la Ménade de Scopas nos muestra un completo giro de la escultura griega al que se llamará post-clasicismo. El patetismo, así llamado por el predominio del pathos (el sentimiento) elimina la armonía.

 

 Ménade. Scopas

Tomada de http://commons.wikimedia.org/wiki/Category:Scopas

 

Las diferencias externas son bien evidentes. Frente al movimiento sinuoso pero controlado de Kalímaco, pasamos a otro de gran brusquedad y tensión. Además, el movimiento clásico era una cuestión cerrada, es decir nacía y moría en la propia escultura, sin relacionarla con el exterior. Se trataba de una obra autónoma que se movía dentro de un marco ya fijado de antemano (como es evidente en los relieves de Kalímacos), dejando al espectador al margen del mismo, y permitiéndole así poder ver y deleitarse sin ninguna angustia propia en los juegos de curvas y movimientos.

Por el contrario, Scopas hace de pronto entrar al espectador en escena. Le obliga a implicarse en la obra de varias formas. Por una parte le incita a moverse en torno suyo (cosa impensable en el clasicismo que daba una primacía absoluta a la visión frontal). De esta manera, el espacio aparece, pues ha de pasearse, y la percepción se multiplica, pues ya no hay una vista preferente sino una suma de vistas parciales, de momentos frente al todo clásico, el absoluto.

Si eso fuera poco, Scopas no finaliza el movimiento en la propia escultura, sino que deja que el espectador pueda seguir ese movimiento en hélice hacia el infinito. Sus ojos, por mucho que quieran fijarse en un solo punto, son obligados casi sin quererlo a ascender por la escultura, moverse de nuevo hasta salirse de ella.

La escultura sale así de sí misma y nos lleva a un espacio exterior por medio de una línea helicoidal que volveremos a encontrar en el Laoconte y más tarde Miguel Ángel utilizará con fines muy parecidos y conocemos en arte, línea serpentinata.

 

 Esclavo. Miguel Ángel (Manierismo)

 

 

Por otra parte, del rostro y el cuerpo ya no se limitan a una expresión de un sentimiento suave. Por el contrario, Scopas busca entrar en la psicología de la Ménade, robar los sentimientos para incluirnos en ellos. Con ello la escultura pierde su autonomía clásica y necesita un espectador que la contemple y la sienta. Hay un constante interés por eliminar cualquier estado de calma para provocarnos unas emociones angustiosas, tensas generadas por el movimiento, el claroscuro o el escaso pulimento de la figura que ya ha roto la belleza y se inclina claramente a la expresión, como volveremos a ver en otra de sus obras cumbres, MELEAGRO

 

 

Meleagro, Scopas.

Fíjate en la expresión, especialmente potente en los ojos, que se han rehundido para crear sombras (claroscuros) en ellos

Tomado de wikipedia

 

Como puede verse en la comparación de estas dos esculturas hemos pasado de la armonía a la tensión, del movimiento controlado al tenso, inacabado; de la estatua autónoma en su propia belleza a la que necesita al espectador que la gire y la sienta; de la belleza a la expresión; de la razón a los sentimientos. Todo un cambio profundo que, según las teorías de Wölfflin o Focillon es una constante en la historia del arte.

Si queréis verlo, esto se volverá a producir en el paso del Renacimiento al Barroco. Si tomáis la típica historia de David (joven que derrotará al gigante Goliat) podréis ver todas estas características en la comparación entre la que hace Donatello en el siglo XV (Renacimiento. Quattrocento) y la de Bernini en el XVII (Barroco)

 

 

David de Donatello (Quattrocento. Renacimiento)

 

David de Bernini (Barroco)

Tomada de enclasedearte.wikispaces.com

 

Vicente Camarasa

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