Música para divertir/música para divertirse (el neoclasicismo
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Suite scaramouche de Milhaud
No por nada, la década de 1920 es conocida como “happy twenties”. Tras la depresión social provocada por la Gran Guerra, el fin de la contienda y el relanzamiento económico se manifestaron en todos los aspectos de la vida cotidiana, y por supuesto, la música no iba a ser una excepción.
Pese a la alegría generalizada, la música francesa estaba de capa caída desde el último cuarto del siglo XIX. La derrota del país en la Guerra Franco-Prusiana (1870-1871) más allá de profundizar en el debate entre las tendencias musicales alemanas y francesas (tema de miga para posteriores artículos) había supuesto la hegemonía de la estética germana, asumida de hecho por los propios compositores franceses de la época, como César Franck o Gabriel Fauré: si Alemania había apabullado en la contienda a Francia, era porque estaba por encima de ella no solo en el campo militar, sino también en el cultural, y por ende en el musical.
Los compositores de la siguiente generación, a caballo entre el siglo XIX y el XX como Claude Debussy o Maurice Ravel habían tratado de invertir esta tendencia. Las tres últimas obras de Debussy fueron sonatas, para cello y piano; para flauta, viola y arpa; y para violín y piano. Compuestas entre 1915 y 1917, pertenecían a un ciclo de seis encargado por su editor y que la muerte le impidió completar. Igualmente Ravel había compuesto su Sonatina para Piano (1905) o su Trío para violín, cello y piano (1914). La idea de estas obras era homenajear a unos compositores, Rameau y Couperin fundamentalmente, y un período, el clasicismo francés, sinónimo de esplendor para la música francesa, buscando en su música las cualidades que se atribuían a ésta, como la claridad, el buen gusto, la luminosidad o la racionalidad.
Mientras tanto, los ritmos del jazz, el ragtime o el tango comenzaron a salir de los barrios marginales para instalarse en los salones de baile, convirtiéndose así en los sonidos de moda...
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http://es.youtube.com/watch?v=cC4kJiTHTtQ&feature=related
Y éste es el caldo de cultivo en el que vivieron los jóvenes músicos franceses de la época. En los conservatorios, una palabra, neoclasicismo, y en las calles, las copas y el jazz de los cabarés. Y así fue su música. Abanderados por su figura principal, Francis Poulenc, los críticos les bautizaron como “Les Six”, o el “grupo de los seis” (Poulenc, Milhaud, Auric, Durey, Honegger y Tailleferre, la única mujer en el grupo), en clara alusión al “grupo de los cinco” (Mussorgski, Rimsky-Korsakov y compañía), que revitalizaron la música rusa de finales del XIX. Por un lado tomaron los modelos clásicos del siglo XVIII, pero los distorsionaron con los ritmos rápidos que invitaban a la fiesta y las armonías evocadoras del jazz (¿no les recuerda a Max Estrella?). Buscaron lo puro y lo artificial: quisieron hacer música sin más, sin la carga filosófica o sentimental del postromanticismo alemán y no para que la gente se emocione o busque intrincados significados filosóficos, sino para que la escuche, se divierta y hasta baile con ella. En esta búsqueda de lo ligero y el desenfado tuvieron como padrinos a dos figuras de la vanguardia de la época como el poeta Jean Cocteau y el también compositor Erik Satie.
Un ejemplo: Poulenc compone su Trío para oboe, fagot y piano en 1926, dedicado a Manuel de Falla. La estructura de esta obra está calcada de un trío de Haydn, pero atención a la broma. Por un lado la instrumentación: oboe y fagot son instrumentos atípicos para una formación clásica de trío (lo normal es violín y cello) pero Poulenc los emplea precisamente por ello: son instrumentos de lengüeta, que parecen sonar “a pato” y que históricamente no eran considerados con las mismas cualidades expresivas que el violín o el cello. Otro apunte, el guiño al dedicatario (y al público también), la cita bien audible del tema popular español “A coger el trébole”, empleado como material sonoro en la obra.
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Lo maravilloso de esta música es que no sólo está pensada para la diversión del espectador, sino que el intérprete disfruta enormemente ejecutándola debido a su gran frescura. Darius Milhaud, además de integrante del grupo, fue diplomático en Brasil, y su música, además de recoger influencias del jazz, las recoge de los ritmos tradicionales brasileños, como en la Suite Scaramouche para dos pianos, con el movimiento final de samba o el Trío para clarinete, violín y piano, en el que en la búsqueda de esa música artificial y poco sentida se atreve incluso con el naïf (otra de las “gracias” de este grupo: el dedicatario de este trío es M.D.M o para los menos hábiles, “Monsieur Darius Milhaud”, ironizando sobre la dedicatoria de algunas obras de Bach, S.D.G “Soli Deo Gloria”)
Pero si hay obra representativa del carácter de esta música es el Sexteto para vientos y piano, obra tardía compuesta por Poulenc en 1932. Compuesto para flauta, oboe, clarinete, fagot, trompa y piano, constituye todo un homenaje a la música ligera del cabaret. Es además obra de referencia para el autor, ya que influye explícitamente en otras obras como sus sonatas para flauta y piano o clarinete y piano o el Concierto para dos pianos, en el que el “corta y pega” de pasajes es evidente y descarado hasta lo grotesco.
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Un primer movimiento muy rápido y rítmico, con una parte central lenta y lírica (con todas las comillas posibles) que imita las texturas de la improvisación y de las big band. Se da paso de nuevo a la sección rápida para culminar con una coda, o sección final con un material aún más rápido que consigue una sensación demencial.
mov 1: http://es.youtube.com/watch?v=AWOu1BfRL5k
El segundo movimiento también es un esquema tripartito, solo que invirtiendo los tempos: A (lento), B (rápido) A (lento de nuevo). De nuevo el humor sale a relucir: ¡el material principal de A es un plagio del famoso tema de la sonata en Do Mayor de W. A. Mozart KV 545! Como contrapeso al sensible A (no se engañen, todo es artificio), Poulenc construye un B que encajaría como sintonía de una serie de dibujos animados, para reírse de los que quisieran echar una lagrimita.
mov 2: http://es.youtube.com/watch?v=NRDWYEO9F94&feature=related
El tercer movimiento es un rondó, un material cíclico alternado por otras secciones denominadas episodios o divertimentos. De nuevo ritmos, armonías evocadoras de la Francia de la época...
mov 3: http://es.youtube.com/watch?v=E4g2RXLozJE&feature=related
Pero el auge de estos compositores como grupo fue efímero. Sus carreras pronto se separaron, siguiendo cada uno una estética más personal (en el caso de Poulenc, un arrebato de misticismo le llevó a componer obras de temática religiosa) Aunque no han tenido la repercusión en la historia de la música que tuvieron sus imitados Haydn o Mozart u otros de sus contemporáneos, ellos seguramente tampoco aspiraron a ello. Como Poulenc dijo una vez: “espero que la Historia me recuerdo no como un pésimo gran compositor, sino como un gran compositor de segunda fila”.
Si quieres seguir escuchando:
trío de Milhaud: http://es.youtube.com/watch?v=aYnz6WxYQdQ&feature=related
Poulenc, sonata para flauta (2 mov): http://es.youtube.com/watch?v=q7QTyUaH2OE
Poulenc, dialogues des carmelites, final http://es.youtube.com/watch?v=od4m5lN1HOo&feature=related
Rafael Gordillo
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