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HOLBEIN. LOS EMBAJADORES. Una vanitas escondida pero también muchas otras cosas

Os quiero presentar un cuadro que me ha fascinado desde hace ya tiempo


 

La denominación tradicional son los embajadores, os los presento

Jean de Dinteville a la izquierda, era embajador de Francia en Inglaterra en la fecha del cuadro. A la derecha encontraréis a su amigo, Georges de Selve, obispo de Lavaur, que fue ocasionalmente embajador de la Santa Sede:

Ambos se habían reunido precisamente en Londres para unas conversaciones secretas y espinosas: las  de mediar entre Inglaterra y Francia para evitar una ruptura entre ambos países (por culpa del famoso matrimonio de Enrique VIII con Ana Bolena) y crear así (junto a la Santa Sede) una fuerza compacta contra el emperador Carlos V.

Os cuento todo esto para que valoréis un aspecto poco tenido en cuenta en el Renacimiento: el renacer de la política. Figuras como Maquiavelo, Tomas Moro o Castilglione, y basándose en autores clásicos como Tito Livio, darán fuerza a esta nueva actividad en donde hay que combinar la razón renacentista, su idea de armonía y equilibrio, la discreción… hasta convertirla en una verdadera obra de arte (como ya la denominara Burckhardt). Un verdadero triunfo de lo humano que pretende (nada menos) llegar a controlar el destino por medio de la razón.

 

Otro de sus rasgos típicamente renacentistas es toda la amplia recapitulación que hace del mundo en la mesa y estantería trasera. En ella podemos ver desde la ciencia hasta la música (Alberti hablaba constantemente de la armonía musical como el máximo representante de la belleza, por su componente matemático y a la vez sensitivo que permite al hombre conocer más allá de sus sentidos).

 

 

 

En cuanto a la ciencia es especialmente geográfica (con sus astrolabios, mapas…) que nos recuerdan la importancia de los descubrimientos científicos a la hora de hacer un nuevo mundo por completo distinto a lo medieval. Una ciencia que, una vez más, se une al control político (precisamente el del emperador Carlos V que controla el Nuevo Mundo, siendo sus riquezas el motor último de su poder)

 

Pero el cuadro, además de una loa a la política, la música o la ciencia, es también un perfecto ejemplo del mundo manierista y sus contradicciones. Como muchas obras de la época, su mensaje es sumamente oscuro, pues estaba destinado para una élite (incluso, a veces, para una sóla persona) y está lleno, por tanto, de simbolismos pocos conocidos.

Hay sin embargo un detalle sumamente relevante. El libro que se encuentra junto al laúd

 

 

 

Éste, en la página de la izquierda, muestra la traducción del primer versículo del himno Veni sancte Spiritus de Lutero y la de la derecha la introducción a la Versión abreviada de los Diez Mandamientos del mismo Lutero al que Holbein conocería en Basilea antes de su traslado definitivo a Inglaterra.

Nos sitúa, por tanto, la reforma dentro del panorama internacional de los dos embajadores. De nuevo la política, aunque sea disfrazada de formas religiosas; y de nuevo un ataque a Carlos V, el paladín de la religión Católica.

Por cierto, y ya antes de entrar en el último tema, ¿alguien había visto el crucifijo en la parte izquierda del cuadro, casi oculto por el cortinaje?

 

Todo esto siempre me ha parecido fascinante, pero lo que siempre me llamó la atención fue siempre esa mancha que ocupa toda la zona central. Un hueso de sepia, han dicho, aunque realmente es una calavera pero hecha de una forma particular.

En realidad se trata de una anamarfosis, una peculiar perspectiva que ya explicamos en otra ocasión. Una figuración deformada por medio de un sistema que desconozco (¡Ana, socorro!) que necesita ser vista de forma lateral, como podéis ver en esta fotografía.

 

 

Y es que el cuadro se encontraba en la pared del fondo de una sala, y no sería verdaderamente visto hasta que el espectador saliera por una puerta lateral que se encontraba a su lado. Como veis una verdadera sorpresa manierista que juega con el espectador poco avisado (justo lo contrario de lo que hará el barroco, que conducirá siempre de la mano a este espectador para que vea lo que se quiere transmitir, sin pedirle ningún otro esfuerzo que el asombro)

 

Con esta calavera de pronto todo el cuadro cambia de mensaje y se convierte en una vanitas, una reflexión sobre la muerte y la fugacidad de las cosas mundanas, como la política, la ciencia, la música, la propia belleza. Un mensaje que niega todo lo anterior y que es reafirmado por la cuerda rota del laúd y que, una vez más, nos lleva a la contradicción manierista de un arte sin sentido final o cerrado. Un gran rompecabezas que una y otra vez hay que componer para deleite intelectual del espectador educado.

 

 

Para saber más

http://www.wga.hu/frames-e.html?/html/h/holbein/hans_y/1535a/index.html (imágenes en gran tamaño)

http://yo-y-el-arte.blogspot.com/2006/12/holbein-y-los-embajadores-2.html

 

Todas las fotos tomadas de http://es.wikipedia.org/wiki/Los_Embajadores

 

Vicente Camarasa

3 comentarios

Paco Hidalgo -

Que buen análisis de este cuadro de Holbein, además de ser documento histórico, pues se iniciaba el concepto de diplomacia internacional. Muy aprovechable el estudio de los detalles que desconocía. Saludos desde ArteTorreherberos.

JV -

Fantastico trabajo, como aprendemos con Vd.

Ana -

Vicente , me has debido leer el pensamiento porque sí pensaba poner un post sobre anamorfosis.

A mí también me parece extraordinario este cuadro, como todos los de Holbein. GRacias por ayudarme a entenderlo mejor.