Peter Fischli y David Weiss. El curso de las cosas
Peter Fischli y David Weiss formaron un extraordinario equipo artístico cuya obra se ha movido entre el video-arte y el mundo neodada (aunque con un fuerte contenido político y social que les podría aproximar al arte político de Krugger, Guerrilla Girl, Trokell, Hacke...), jugando con la baza de la ironía (cuando no la pura parodia) para desvelar oscuros instrumentos de dominación social.
Una de sus obras más reconocidas es esta famosa película (casi 30 minutos) de 1987.
Hoy en día, tras los efectos mariposa del Hormiguero y los virales de internet, acaso nos puede parecer demasiado visto, pero en su estreno fue un verdadero aldabonazo.
En realidad se trata de una combinación de reacciones físicas y mecánicas que, si nos dejamos llevar por las imágenes, nos fascinará por su suspense, por sus constantes sorpresas y movimientos.
En realidad, el origen de esta idea la podríamos rastrear en las máquinas de Tinguely, unas verdaderas máquinas inútiles que ya vimos aquí que, en su momento más extremo, pueden legar a autodestruirse. Como ellas son una verdadera parodia del mundo industrial y la ciencia, utilizados con el sentido contrario al que les he propio, la productividad.
Frente a ello, y como buenos neodadas, apuestan por los más complejos cálculos y efectos para el simple entretenimiento, con una estética en las antípodas del glamour y la belleza (¿o acaso esa es la belleza de nuestros tiempos, tan puramente líquida antes incluso de que la bautizara Bauman?).
Y ya puestos en la metáfora, ¿podríamos ver en esta película algo de nuestra propia vida, de nuestra sociedad "perfectamente sincronizada"?
Bajo las apariencias de banalidad, la obra de Peter Fischli y David Weiss nos ofrece un panorama en el fondo apocalíptico en donde la grasa del suelo o un neumático destrozado conviven con la más estricta sincronía
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