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LA DINASTÍA DE ARQUITECTOS SEVILLANOS DE LOS FIGUEROA. EL BARROCO PLENO (PRIMERA PARTE)

 

 

La Magdalena 

 

Fue un renacimiento después del ocaso apocalíptico. Sevilla, centro del comercio mundial y la metrópoli más rica del imperio español había sufrido la más grave catástrofe en su larga historia en el año 1649. Durante pocos meses habían muerto unos 80.000 - la mitad de los habitantes - víctimas de la gran peste que dejó Sevilla devastada. Los supervivientes, continuamente perseguidos por el pánico de contagiarse, tuvieron que arrojar los cadáveres a fosas comunes anónimas, donde desaparecieron también muchos ilustres y muchos artistas famosos. Parecía el fin del mundo, todo quedó paralizado.

Durante las décadas siguientes, la capital andaluza empezó lentamente a recuperarse de aquel horror y recobró su famoso orgullo. Uno de los creadores de ese renacimiento había nacido un año después de la peste, aunque no en Sevilla, sino en la provincia castellana de Cuenca. Ya siendo muy joven, Leonardo de Figueroa vino a vivir en la ciudad del Guadalquivir y pronto se hizo famoso como arquitecto.

El nombre de Leonardo de Figueroa surgió por primera vez en la historia de la arquitectura en los años setenta del Siglo XVII. En los proyectos de construcción del Hospital de la Caridad y del Hospital de los Venerables, Figueroa colaboró en el diseño de los patios y fachadas de las iglesias. El Patio del Hospital de la Caridad está dividido en dos por una elegante columnata

 

La fachada de la Iglesia de San Jorge del Hospital de la Caridad

 

 

 

Patio del Hospital de los Venerables

 

En el año 1691, Leonardo de Figueroa consiguió el éxito definitivo cuando le concedieron la dirección de las obras de construcción de la nueva Iglesia de los Dominicos. La antigua se había derrumbado el primer Domingo del Adviento de 1691 y los Dominicos tuvieron mucha prisa con la construcción del nuevo templo: era una cuestión de prestigio, ya que era importante superar arquitectónicamente los templos de sus rivales, los Franciscanos y los Jesuitas.

Figueroa hace construir un edificio barroco y soberbio según el trazado de una basílica de tres naves, integrando en el conjunto una antigua capilla mudéjar, "superviviente" de la iglesia derrumbada.

 

Interior de la Magdalena. Sevilla

 

Con esa obra de la Iglesia dominica que hoy lleva el nombre de la Magdalena, el maestro ya toca todos los registros de su arte: corona la muy alta fachada principal con una doble espadaña, separada por un cuerpo central que se presenta como un retablo con columnas salomónicas. El rosetón rodeado por decoración de cerámica parece un diamante engastado y el gran reloj del sol también era un elemento muy original en una fachada de una iglesia.

 

La Magdalena 

Tomada de

http://commons.wikimedia.org/wiki/Category:Iglesia_de_Santa_Mar%C3%ADa_Magdalena_(Sevilla)

 

Aún más asombro puede causar la cúpula: octogonal, con vidrieras que tienen la forma de un trébol de cuatro hojas, que mandan su luz desde la altura a la capilla mayor, y la linterna está concluida por una corona con cruz de hierro forjado.

 

 

La Magdalena 

Tomado de

http://commons.wikimedia.org/wiki/Category:Iglesia_de_Santa_Mar%C3%ADa_Magdalena_(Sevilla)  

 

Para el diseño de la cúpula, Figueroa "redescubrió" dos materiales tradicionales de construcción especialmente frecuentes en la época árabe y casi "olvidados" durante el Renacimiento: el ladrillo y la cerámica. Se puede observar flores y escudos elaborados de cerámica azul y verde oscuro.

Encima de la cúpula, ya por si innovadora, para subrayar la originalidad de toda la composición, Figueroa hizo colocar entre las vidrieras de la linterna una especie de "esculturas de Incas" formando un círculo debajo de la corona. Antes sólo se conocía esculturas de influencia indiano (incaica o azteca) de fachadas del Perú o México. Lamentablemente, desde la calle, como peatón normal y corriente, apenas se puede descubrir todos esos detalles maravillosos. Deberíamos volar por encima de la cúpula o contemplarla desde una azotea cercana para admirar debidamente esa decoración que demuestra la creatividad de Figueroa

 

Segunda parte. El Salvador y San Luis de los Franceses

 

Berthold Volberg 

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