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IGLESIAS ROMÁNICAS DE COLONIA: GRAN SAN MARTÍN


 

En nuestra presentacion de las iglesias románicas de Colonia seguimos ahora con la de Gran San Martín. Aunque parece indicar su nombre, no es la iglesia románica más grande de Colonia (ese honor queda reservado para Santa María en el Capitolio). Pero su torre quizás es la mas grande y monumental de una iglesia románica, y junto a la Catedral desde siglos ha marcado el panorama de la orilla izquierda del Rhin (la del casco antiguo). Es más: antes de la la terminación de las torres de la Catedral en 1880, la imponente torre de San Martin, con sus más de 75 metros de altura, fue el símbolo de Colonia desde la Edad Media hasta mediados del siglo XIX – aun más que el torso de la Catedral con las torres sin terminar. Como en tanto otros sitios cerca de la orilla del Rhin, en el subsuelo del sector hubo muchos hallazgos arqueológicos de la época romana, hoy expuestos en un mini-museo en la cripta del templo.

 

San Martín es una basilica de tres naves, 50 metros de largo y 27 de ancho y fue el templo de un antiguo convento de benedictinos fundado por el arzobispo San Bruno hacia 965. Pero de ese primer templo prerromanico queda apenas nada, porque un horrible incendio destruyó casi todo el barrio en el año 1150. Entre 1185 y 1250 se construyó la iglesia románica, los rasgos mas característicos de Gran San Martín fueron creados en aquella época, aunque luego cambiaron muchos detalles. A finales del siglo XV añadieron la pirámide gótica de la torre.

 

Exceptuando la magnífica torre, creación cumbre del estilo románico que en realidad es una corona de cinco torres elevándose encima de una galeria palatina, todo el templo se caracteriza por una profunda austeridad. No siempre fue asi, porque la iglesia original del siglo XIII estuvo decorado con ricos mosaicos y en los siglos XVIII y XIX sus paredes y bóvedas fueron pintadas con frescos – primero barrocos y luego clasicistas – las últimas una creación del gran mecenas Ferdinand Franz Wallraff (cuya famosa colección de pinturas se convirtió en el inicio del Museo de Bellas Artes de Colonia que hoy lleva su nombre). Durante la ocupación napoleónica, los franceses cerraron y secularizaron el convento benedictino de San Martín, destruyendo su claustro completamente.

A mediados del XIX, empezaron obras de restauración de la iglesia, concentrándose en techos y bovedas. . .

Como todos los templos románicos de Colonia (excepto la mas pequeña Santa María Lyskirchen), San Martín fue destruida durante la Segunda Guerra Mundial, quedando muy poco de su decoración original. Debido a su situación tan céntrica, la iglesia fue destruida en su mayor parte y tardaron cuatro decadas – hasta 1985 – en reconstruirla. Como en otros templos que sufrieron el mismo destino, hubo un problema especial con las vidrieras, en San Martín al final, aunque modernas,  son ahora más adecuadas y menos desconcertantes que en otros casos.

 

Hubo entonces no pocas voces que propusieron dejar el templo como ruina para la memoria de la Guerra. Afortunadamente, no ganaron la discusión y desde 1965, la magnífica torre de San Martín corona de nuevo junto a la Catedral el panorama de Colonia.  Quedan pocos restos de los mosaicos en el suelo, representaciones de animales que datan del siglo XIII, de la época de los Hohenstaufen (un par de vacas y un león).

Sin duda, la obra de arte mas sublime que hoy destaca en una iglesia relativamente vacía, es una escena del Santo Entierro, creada en el tránsito del estilo gótico al Renacimiento por el escultor Tilman van der Burch, coloniense de origen flamenco, entre 1510 y 1520. Consiste de las esculturas de José de Arimatea, Nicodemo, San Juan y las tres Marías y destaca por su gran realismo y el modo de presentar a los seguidores de Jesus como familia de la aristocracia renacentista. La bella Magdalena parece una princesa alemana del XVI, con sus ojos azulísimos, cabello rubio y vestiduras elegantes de la época. Sin embargo, toda la escena respira una profunda unción sagrada. En el centro de la composición casi se tocan la mano inerte del muerto Salvador y la mano delicada y tierna de la Magdalena, pero quedan en el aire, como insinuando un acercamiento mistico. Ese grupo escultórico es uno de los mas logrados jamás creados en Colonia, una ciudad de arte rica en pintores de importancia global (sobre todo su escuela gótica del  XV – Stefan Lochner, Bartholomaeus Bruyn – y en la modernidad – Max Ernst y Gerhard Richter), pero relativamente pobre en escultores de rango internacional. 

Del mismo autor se supone el grupo del Calvario que data del 1509, de un estilo algo mas conservador y convencional, y la escultura sobrecogedora del Ecce Homo en una capilla lateral. Mientras que el rostro es magnífico en su expresión de dolor y soledad, el cuerpo de esa estatua parece algo menos logrado. Es sobre todo la mirada hipnotizante de ese Cristo que impresiona.

    

Pero es en el coro austero, casi desnudo, donde se concentra la atmósfera mística del templo de San Martín: en sus arcos vacíos de matices grises, antaño ricamente decorados – lo que se llevo la Guerra – se refugia el espíritu para contemplar, por lo menos por momentos, las ideas de purificación e iluminación, y cuando entre un rayo de luz divina para alumbrar por segundos la cruz, el alma incluso puede llegar a la unión y soñar con la eternidad...

Texto Berthold Volberg

Fotografía: Thomas Jäckel

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