Uno de los pocos monumentos al diablo que existen en el mundo está en Madrid, en pleno Retiro, muy cerca del Palacio de cristal. Su autor, Ricardo Bellver es uno de nuestros mejores escultores decimonónicos que en esta obra se nos presenta claramente romántico.
(Estas fotos de detalle pertenecen al calco de la Real Academia de San Fernando)
El origen de la obra (como ocurre en una parte importante del romanticismo, como Fussli o Blake, modelos en los que se inspira el autor valenciano) se encuentra en un texto literario, los versos del Paraíso Perdido de Milton
Por su orgullo cae arrojado del cielo con toda su hueste de ángeles rebeldes para no volver a él jamás. Agita en derredor sus miradas, y blasfemo las fija en el empíreo, reflejándose en ellas el dolor más hondo, la consternación más grande, la soberbia más funesta y el odio más obstinado (Milton, El paraíso perdido, canto I).
Como también es normal en este estilo nos encontramos fuertes referencias al mundo barroco (Bernini con sus bocas abiertas, pelo al viento y búsqueda del momento de mayor tensión, muy cercano a su Apolo y Dafne, curiosamente más a Dafne que a Apolo) y helenístico (Laoconte, del que incluso toma directamente el tema sinuoso de la serpiente que se enreda en sus piernas) así como la idea del destino trágico), buscando su gusto por la composición diagonal e inestable y la importancia del lenguaje de los gestos (afetti) que se extiende a lo corporal.
Aunque colocado originalmente en el Prado, su traslado al aire libre ha permitido a la escultura una mayor expresividad tanto propia como la que se genera fuera del marco, pues la propia mirada que se pierde en el cielo, el grito desgarrador, nos permite imaginar el final de la lucha entre el Bien y el Mal.
Un perfecto ejemplo de lo que significa la estética y visión romántica en donde se entremezclan un cierto malditismo, la atracción incontrolable por lo oculto y tenebroso (como ocurría con Drácula), el culto al individuo y sus potencialidades frente a las doctrinas oficiales que lo conducirán, inexorablemente, al destino trágico, el verdadero triunfo de todo buen heterodoxo (convirtiéndose así en la imagen arquetípica del romántico que no acepta el mundo tal y como es explicado, se enfrenta a él, y termina así destrozado, como le ocurrió a Larra). Libertad y caída; ése podría ser el resumen. Libertad, caída y admiración ante las empresas imposibles; ése sería el héroe perfecto.
Imágenes y texto
Vicente Camarasa