CLAUDE DEBUSSY, PINTOR DE MÚSICA.(PRIMERA PARTE)
Debussy fotografiado en 1908 por Nadar, el fotógrafo que cedió su estudio para la primera exposición impresionista
En palabras de Jesús S. Villasol “la música moderna tiene fecha y lugar de nacimiento: el 22 de diciembre de 1894 en París, Société Nationale de Musique”. Se está refiriendo al estreno de la primera obra de altos vuelos del compositor Claude Debussy (1862-1918). Y es que la música del francés es al siglo veinte lo que la música de Beethoven al diecinueve, el verdadero referente técnico y estético del que parten los compositores siguientes.
Os contaré un poco de las primeras andanzas de Debussy para situaros en el contexto. Si recordáis el artículo sobre Ravel, os hablé sobre el Concurso de Roma, como el más alto galardón al que un joven compositor estudiante del Conservatorio de París podía aspirar. A diferencia de Ravel, Debussy, pese a su rebeldía como estudiante y su fama de enfant terrible, sí gano el concurso, en 1884. Si el fracaso genera rebeldes, el éxito genera una categoría de disidentes muy sutiles y a veces muy profundos. Nada le podía resultar más irritante que la aprobación del mundo oficial: 22 de los 28 jurados votaron por él. Por tanto Debussy se trasladó a vivir a Roma para disfrutar de la beca de tres años que el Estado le concedía. Su estancia allí, en vez de suponer un motivo de inspiración, devino en una asfixia artística e incapacidad para componer. Escribió que visitó la Capilla Sixtina como “un hombre al que arrastran hacia el patíbulo” y se quejaba del “cielo eternamente azul”. Consideraba la Villa Medici, donde se alojaban los galardonados del resto de categorías como “una prisión” y llamó “tumba etrusca” a su habitación. Necesitado de París, regresó allí en 1887, antes de que finalizara su beca para zambullirse en el Montmartre de los años de la bohemia. Se convirtió en asiduo a los cafés de moda: el Chat Noir, la Taverne Pousset o el Reynold´s donde frecuentó las amistades de Toulousse-Lautrec, Marcel Proust, Stéphane Mallarmé o Collete quién describía sus actuaciones en los conciertos improvisados que organizaban de la siguiente manera: “La música parecía embriagar a Debussy... su cabeza, que recordaba al dios Pan, coronada por una maraña de rizos, sólo habría necesitado de un fondo de vides. Se sentaba tembloroso, como poseído por una excitación íntima. Sus ojos se deslizaban de un rincón a otro del local, como los animales de presa cuando están cazando. Reaccionaba ante la música como un cristal en forma de campana capta hasta las mínimas vibraciones para producir su perfecta pureza de tono”.
Monet. Port Goulphar. 1886
Pero sin duda, el acontecimiento social que marca un antes y un después, no sólo en la vida de Debussy, sino en la de tantos otros de sus contemporáneos, es la Exposición Universal de París de 1889, donde se pudo escuchar por primera vez en Europa músicas de oriente, como la de las orquestas de gamelanes de Java y Sumatra. Además del timbre especial de los instrumentos y de los juegos rítmicos, lo sorprendente para el músico occidental de la época fue descubrir la existencia de música hecha a partir de otras escalas. Me explico: para el músico occidental, la escala está dividida en 12 semitonos (o si pensáis en un piano, desde un do hasta el siguiente pasamos por 12 notas distintas: do sostenido, re, re sostenido, mi....) Sin embargo, la orquesta de gamelanes divide la escala únicamente en 5 o 6 notas. Estas escalas, denominadas pentáfonas y hexátonas, serán empleadas por Debussy en su música junto a otras escalas de origen medieval de una manera nunca antes vista: como colores. Os propongo escuchar un fragmento de una obra de la época, los Juegos de Agua, de Ravel. El comienzo es música propia de “nuestro mundo”, pero a los pocos compases de su inicio, en el minuto 00.14 se escucha un ejemplo de estas sonoridades atípicas para la época, como una inmersión momentánea en un paisaje distinto.
http://www.youtube.com/watch?v=ldPMifPbngc
-Orquesta de gamelanes.
http://www.youtube.com/watch?v=J_36x1_LKgg
-Juegos de agua, de Maurice Ravel.
Rafael Gordillo
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