EL VAN GOGH TODAVÍA IMPRESIONISTA
Siempre ocurre. Cada primavera, cuando veo el primer almendro florecido, recuerdo a Van Gogh.
Pero recuerdo a un Van Gogh muy concreto, aquel que aún era un poco feliz (o por lo menos creía en la posibilidad de la felicidad), y aún gritaba de alegría unos días después de llegar a Arlés y le escribía a su hermano Theo:
Estoy en un arrebato de trabajo, ya que los árboles están en flor y quisiera hacer un vergel de Provenza de alegría monstruosa (…) No dudo que amaré siempre la naturaleza de aquí; es algo parecido a las japonerías
Tomado de http://commons.wikimedia.org/wiki/Vincent_van_Gogh
Era todavía un Van Gogh profundamente impresionista que había visto a los grandes maestros (Monet, Renoir, Pisarro…) en la galería de su hermano. Impresionista en su amor a la luz de ese nuevo sur que acaba de encontrar en Arlés pero también en su gusto por las estampas japonesas llenas de cerezos en flor. Bajo esas influencias pintó y pintó hasta agotarse, haciendo del color poco a poco el protagonista del paisaje.
Luego poco a poco su salud iría cediendo; demasiado tabaco y alcohol, un trabajo extenuante y mucha soledad en aquel Arlés que fue pasando de ser el Paraíso a irse convirtiendo en el Infierno de sus ataques (¿epilépticos?) que le dejaban días enteros postrado en la cama.
En todo ese camino su pintura iría perdiendo alegría mientras ganaba en concentración, haciendo de un pintor poco dotado en lo técnico un verdadero icono de la visión de la modernidad.
Tomado de http://commons.wikimedia.org/wiki/Vincent_van_Gogh
Se perderán las flores y aparecerán los troncos secos
Vicente Camarasa
5 comentarios
constanza osorio -
Laura -
Nuria -
Te han quedado unas fotos preciosas.
Vicente -
Guille -