Análisis y comentario de la GRAN ODALISCA. INGRES
Tomado de wikipedia
Nos encontramos con la imagen de una mujer desnuda tocada por turbante dentro de un escenario de lujosas telas y otros objetos de carácter orientalizante, como el abanico de plumas de pavo real que porta en uno de sus manos. En resumen, se trata de una odalisca, un miembro del haren de algún poderoso sultán, tal como gustaba imaginarlo la imaginación romántica del XIX.
Técnicamente se trata de óleo sobre lienzo, con un tratamiento tan sutil de la pincelada que la deja oculta, dándonos una factura lisa.
La composición se articula por medio de una suave curva o diagonal que arranca desde el ángulo superior izquierdo, contrapesándose con el gran cortinaje de la derecha que en sus pliegues cogidos por la mano crean una diagonal contraria y hace que se cree un semicírculo en el centro del cuadro al que se dirige nuestra atención. De esta manera se consigue una movilidad (que potenciará la sensualidad de la figura) serena, sin los excesos del barroco (aún presente pero ya superado por la depuración neoclásica)
En la obra predomina la línea sobre el color, especialmente en la definición de los perfiles y detalles, aunque en las carnaciones de la mujer o las telas podemos observar un uso exquisito de las veladuras y las degradaciones cromáticas.
El pintor juega a contraponer las gamas cálidas (y por tanto sensuales, como ya había hecho Tiziano) a las telas frías y de menor luminosidad que la envuelven sin quitarle protagonismo.
La luz es suave e incide directamente sobre el modelo, dejando en penumbra el fondo. Además de buscar efectos volumétricos que busca junto al color le sirve para destacar las distintas texturas, en especial las encarnaciones.
En cuanto al espacio se encuentra muy reducido para no disipar la atención del espectador, y sólo podemos señalar algunos trucos para crear un primer plano anterior a la figura (con las telas del ángulo inferior izquierdo), así como la tela de la derecha que cierra la perspectiva.
Tomado de arel arte
Por último la figura presenta, en una primera mirada, una perfecta armonía anatómica que un examen más calmado veríamos que es por completo falsa. Ni la posición es tan relajada como parece (ver la pierna que se dobla en un escorzo realmente forzado, con lejanos ecos de los ignudi miguelangelescos de la Sixtina), ni la figura es verdaderamente posible, existiendo puntos de vista imposibles, como el pie extendido o la curvatura de la espalda.
Lo que destaca especialmente en la figura es su conseguida serenidad y sensualidad calmada, con un fuerte grado de idealización y un gusto por la expresión de las distintas texturas que inciden aún más en el carácter sensual de la escena.
COMENTARIO
Tanto el tema como ciertas cuestiones formales (importancia del dibujo, uso del color, anomalías anatómicas) nos llevan indefectiblemente a la obra de Ingres, pintor francés que trabajó en un estilo personal en el que se integraba el romanticismo de los temas y el color, con la perfección formal del Neoclasicismo.
Su formación académica es evidente en la obra, así como todas las influencias recibidas en el preceptivo viaje a Italia que todo buen piuntor debía realizar casi ya desde el siglo XVII. De esta manera, esta Gran Odalisca es heredera de las Venus de Giorgione y Tiziano (Dresde, Urbino) tanto en su postura como en su sensualidad. También es reconocible la influencia de Miguel Angel (ya citada) o la de Rafael a la hora de construir el perfil del rostro en tres cuartos, con una idealización y belleza formal que nos trae a la memoria obras como la Fornarina.
Sin embargo, a todo este bagaje italiano clásico, Ingres le añade el perfecto dominio del dibujo (en gran parte heredado de su maestro, David, y una y otra vez practicado en la copia de mármoles antiguos). Gracias a él puede efectuar todo ese tipo de correcciones anatómicas y de cambio de punto de vista, integrándolas sin ningún tipo de violencia a través del control de la línea que un siglo después tanto atraería a Picasso durante su periodo llamado ingresco (Retrato de Apollinaire) o a Matisse, que llevará hasta el límite el poder expresivo del dibujo en sus Mujeres azules.
Picasso. Suite Vollard
Tomado de http://www.diariamenteneuquen.com.ar/2011/11/30/el-picasso-que-vio-neuquen/
Y es que Ingres, en un intento de llegar a la armonía absoluta llega a romper el precepto más sagrado del clasicismo (la proporción humana) para llegar a crear ritmos lineales que se aproximan mucho más de lo que nos podría parecer a las vanguardias históricas en el sentido de su reconstrucción de la realidad ya no como copia sino como traslación del mundo al lienzo por medio de formas estrictamente pictóricas (línea, color…).
Estas características son aún más visibles en su obra más tardía, como El Baño Turco, en donde los cuerpos desnudos de las mujeres se deforman sin piedad para adaptarse al formato circular de tondo clásico.
Tomado de http://museodelarte.blogspot.com.es/2010/02/el-bano-turco-turkish-bath-jean.html
Por otra parte, no deberíamos olvidar que la compleja figura de Ingres, técnicamente neoclásica, tiene también una clara faceta romántica, que es especialmente visible en el uso sensual del color (frente a la sequedad que poseía David), que le acerca a su contemporáneo Delacroix. También es puramente romántico muchos de sus temas y visión del mundo, dejándose llevar por el sentimiento y el erotismo de la civilización oriental que se reinterpreta en clave idealizada, tal como también lo había hecho Delacroix en sus mujeres de Argel. Se trataba (el Oriente) más de un sueño o evasión que una pura realidad histórica. Era una pura excusa para dejar vagar la imaginación fuera de los controles morales y racionales occidentales, potenciando así las facultades más ligadas al sentimiento y el hedonismo que medio siglo después Matisse retomará en sus mujeres y odaliscas, llevando al máximo el sueño de lo oriental como lugar de pura sensorialidad
Matisse. Odalisca (desnudo rosa)
Tomado de http://stillalive.ch/blog/?m=200705
Vicente Camarasa
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