Análisis y comentario de ESCUELA DE GLASGOW. Mackintosh
Nos encontramos con una construcción civil.
Su planta, por necesidades lógicas, tiende a una estructura regular: un rectángulo apenas sin articular que se retranquea de la calle gracias a un pequeño espacio resguardado con un muro con verja. Su estructura axial parece desprenderse del tratamiento más destacado que se da a la entrada.
En su alzado se utiliza fundamentalmente el ladrillo y el cristal. En concreto éste último material (por sus proporciones dentro del conjunto y su acabado y sujeción a partir de elementos metálicos) nos da una clave muy evidente de la modernidad de su construcción.
Los elementos sustentantes no son visibles desde el exterior, pero la disposición de las amplias ventanas nos hace pensar en pilares entre ellas (luego recubiertos con ladrillos). La distancia entre uno y otro es demasiado grande para una construcción por lo demás adintelada, por lo que habríamos de pensar que se trata de cemento o hierro, únicos materiales capaces de soportar las tensiones que no se pueden descargar en el muro (pues es un muro cortina). Por todo ello lo lógico sería pensar que se trata de una estructura de jaula de materiales resistentes que luego se cubren con una piel de ladrillo.
El edificio es fundamentalmente horizontal y prima en él el vano sobre el muro, lo cual creará un interior luminoso y diáfano, gracias a su estructura de pilares.
El tejado se muestra a dos aguas con cornisa en saledizo y estructura metálica.
La decoración es casi inexistente, siguiendo u esquema modular (ventanas, alternancia de vanos y vacíos), que es sólo roto muy levemente por el claroscuro generado en medio de los pilares (para remarcar el carácter de módulo) y las suaves líneas curvas que presenta la valla y barandilla.
Bajo todas estas ideas es evidente que nos encontramos con un edificio moderno (por el uso de los materiales), muy cercano al funcionalismo (evidente en su falta de decoración y empleo de la luz natural). En concreto se trata de la escuela de Glasgow de Mackintosh en Escocia. Según la historiografía tradicional, deberíamos encuadrarla en el Movimiento Modernista de finales del XIX, aunque su carácter racional y puro lo emparenta mucho más con la modernidad del XX. Es el llamado modernismo geométrico que también se produce en Viena (Wagner, Olbrich, Hoffmann) y que se opone por completo a la fantasía curva y vegetal de otros modernismos, como el de Guimard, Horta o Gaudí.
Frente a ellos, mucho más barrocos y sensuales, estos arquitectos siguen la línea racionalista iniciada con la arquitectura de hierro y Cristal (Eiffel) y la escuela de Chicago (Sullivan), en donde prima la funcionalidad a través de la seriación modular de los elementos, sin concesiones a la decoración, abriendo así el camino hacia el protoracionalismo de los años 10 (Garnier, Loos, Perret) que desembocará en la casa como una máquina para habitar de Le Corbusier. De esta forma podemos destacar el uso que hace de los ventanales que luego recogerá Gropius para su Bauhaus, o la planta libre y el muro cortina sin valor tectónico que será fundamental para Le Corbusier.
Todo estas ideas se desarrollan en el marco de la Segunda Revolución Industrial, con una burguesía cada vez más enriquecida que, aunque busque el prestigio que le puede dar el modernismo ondulante y vegetal de un Gaudí, comienza a pensar en una arquitectura con valores útiles en donde la función marcará la forma, y el tratamiento del espacio será cada vez más importante, especialmente en este tipo de arquitectura de función determinada en donde se necesitan unos requisitos que la pura decoración no puede dar.
Fotos tomadas de Mi moleskin arquitectónico