Análisis y comentario. LA VIDA. PICASSO (1903)
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Tema. Cuadro de compleja simbología, acaso inacabado, en el que una pareja mira desoladamente a una madre con su hijo. Detrás suyo, como en papeles añadidos en trampantojo, aparece de nuevo una pareja aún más terrible y una mujer como si fuera un feto. Las interpretaciones han sido muy variadas, y el propio Picasso nunca quiso corroborarlas o negarlas, aunque es evidente la contraposición del amor carnal (la pareja) con el maternal (la madre), así como el paso de uno a otro a través del sexo visto de una forma ambivalente.
El soporte es lienzo sobre el que se pinta al óleo (al parecer con numerosas rectificaciones), dejando ciertos lugares inacabados en donde se puede aún observar el carbón original (figura abajo intermedia)
La composición, como es habitual en la época, se ciñe a una estricta simetría, compensando el mayor volumen de la pareja de la izquierda con una mayor intensidad en los colores de la madre. En su eje de simetría (y acaso como tránsito conceptual entre una y otra) aparece la pareja y la mujer. Tanto el habitual sentido de la mirada occidental como el leve gesto del hombre nos dan una leve direccionalidad hacia la derecha que cerraría solemnemente la figura hierática de la madre.
La línea prevalece sobre el color, especialmente en los contundentes contornos o las figuras inacabadas, aunque el interior de los desnudos maneja una pincelada mucho más suelta que matiza muy suavemente la luz. Como corresponde a esta etapa todo se encuentra dominado por una casi exclusiva monocromía azul (relacionada con la melancolía), con apenas unas zonas marrones en su centro (también habituales en este momento).
La luz, aunque naturalista en su conjunto y muy marcada en los pliegues de la madre, tiene una extraña reflexión en los cuerpos desnudos, creando planos discordantes en su piel desnuda. Por otra parte, una mirada más atenta nos revela que, mientras en la pareja provine desde la izquierda, en la madre parecería que el foco estuviera colocado a la derecha.
La perspectiva es casi abolida por completo y sólo en la parte baja encontramos un suelo diferenciado del fondo, aunque bastante alzado como señalan los pies danzantes de las figuras. Sin embargo, según ascendemos, la pared deja de tener referencias espaciales y su fondo se acerca al espectador, haciendo resaltar las figuras sobre él, como si se tratara de un relieve.
Por último, las figuras mantienen un canon bastante alargado (aún más potenciado en la madre por la disposición de sus pliegues) y presentan un fuerte carácter hierático y estático que se contrapone con el movimiento y el dramatismo de las escenas de la pared. Ambas mujeres, por lo demás, presentan rasgos simplificados que tienden a una cierta idealización mientras la cabeza del hombre es mucho más realista y detallista, sin plegarse en tal manera a las formas geométricas.
Comentario.
Todos los rasgos nos llevan claramente al Periodo Azul de Picasso que, en los primeros años del XX dominó su pintura (tonalidad, personajes, sensación de angustia, hieratismo, canon…)
Se trata del primer estilo personal del pintor tras el academicismo juvenil (muy influido por su padre) y las experiencias posimpresionistas que tomaban el mundo del cabaret de Toulouse Lautrec o Degas. En torno al principio del siglo, y envuelto en una vida pobre y miserable en el luego famoso Bateau Lavoir de París, Picasso da un giro a su producción anterior para buscar unos temas y una técnica claramente reconocible. Toma para ello el mundo de los marginados (pobres, mendigos, locos, prostitutas, deformes) ya habitual en la pintura de Toulouse para envolverlos en una atmósfera densa de un azul dominante y profundo que comunique soledad y melancolía.
Mujer, mendigo y niño a la orilla del mar
Tomado de 2aesoart.blogspot.com.es/
Se trata, según se ha comentado, de un ingreso de Picasso en las corrientes simbolistas de final del XIX que pretendían indagar en el mundo de los sentimientos (Klint, Moureau…).
Una pintura en exceso literaria (aunque en este cuadro no conozcamos su historia, pero siempre está presente la idea de fracaso, de vida arruinada y sin esperanza), que se continuará en la pintura rosa (aunque con mayor optimismo y un cambio de personajes acercándose al mundo del circo) y se romperá definitivamente en su periodo negro, en donde Picasso se deslindará de esta pintura sentimental para centrarse en cuestiones más formales (color, planos geométricos) que le llevará hasta sus Señoritas de Avignon y el descubrimiento del cubismo.
Como es habitual en Picasso, las influencias son muy variadas, pues pocos pintores como él han tenido en la Historia del Arte la capacidad de digerir y reelaborar la pintura anterior hasta hacerla por completo propia. Tanto el canon alargado como las distorsiones de perspectiva y focos de luz se han puesto en contacto con el Greco que en esos momentos se estaba redescubriendo (influirá también en Munch). Por otra parte tanto el gesto de la mano como alguna de las formas de sus desnudos pueden incluso recordarnos al renacimiento (Adán y Eva de Masaccio, Miguel Ángel), así como la madre y sus ropajes a la cultura griega arcaica.
El Greco. Apertura Séptimo Sello
Adan y Eva. Masaccio. Capilla Brancacci
Todo este cúmulo de influencias, junto a las de Toulouse o Degás, llegará a conformar esta obra enigmática pero central en su primera etapa aún figurativa que, en el plano personal, es un homenaje a su amigo íntimo Casagemas, que se suicidó por amor y aparece representado en la figura del hombre
La muerte de Casagemas
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