Retrato de Byron por Thomas Phillips, 1835
Tomado de
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Los románticos amaban ante todo la libertad y eran hombres profundamente individualistas y subjetivos (les gustaba ver la realidad desde su propio punto de vista, sin hacer caso a las generaciones anteriores).
Esta ansia de libertad, sin embargo, chocaba demasiado a menudo con la dura realidad. Ante ello unos decidieron luchar (como Byron, que ayudó a los griegos en su defensa de la libertad contra los turcos), otros se rindieron (como, (como Larra, que terminó suicidándose con una pistola delante del espejo) y los más se refugiaron en un mundo propio de fantasía. Recurrieron entonces a dos fuentes: la historia y la literatura, que manipularon a su antojo para crearse una realidad más cercana a sus ideas.
La historia que buscaron ya no fue la típica de los Neoclásicos (Grecia y Roma) sino que se inclinaron mucho más por la Edad Media (un lugar en donde las aventuras del héroe, los amores pasionales, eran todavía posibles) como W. Scott (Ivanhoe), las sagas artúricas, o la toma de Constantinopla de Delacroix. A la Edad Media viajó Ángel Saavedra –Duque de Rivas- para ambientar su obra El Moro expósito, que trata la leyenda del bastardo Mudarra y de sus hermanos: en esta obra habla mucho de su ciudad natal, de Córdoba –que nos remite al sentimiento de la patria propio del Romanticismo-, pero en el romance cuarto refiere que Giafar, el rival de Almanzor, el que tienen prisionero al padre de los infantes de Lara, después de mostrar a éste las cabezas de sus hijos, las coloca como bárbaro trofeo a las puertas de su alcázar, de donde Zaide, el ayo de Mudarra, las recoge para enterrarlas en el jardín de su castillo
Delacroix. Entrada de los cruzados en Constantinopla.
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También les fascinó el mundo oriental (aquí lo explicamos) o mundo barroco (perfecto para ellos por sus excesos) como los Mosqueteros de Dumas, el Don Juan Tenorio de Zorrilla (lleno de duelos, amores, cementerios habitados por espectros, apuestas…), . ¿Quién no recuerda la escena famosa del Don Juan en la que este cuenta todas sus tropelías por el mundo para ganarle una apuesta que había hecho a su amigo Don Luis Mejía?:
Por donde quiera que fui,
la razón atropellé,
la virtud escarnecí,
a la justicia burlé
y a las mujeres vendí.
Yo a las cañadas bajé,
yo a los palacios subí,
yo a los claustro escalé,
y en todas partes dejé
memoria amarga de mí.
[...] A quien quise provoqué
con quien quise me batí,
y nunca consideré
que pudo matarme a mí
aquel a quien yo maté.
Pero esta manera temeraria de actuar se diluirá, desaparecerá cuando Don Juan llegue a sentir el amor verdadero de Doña Inés, dispuesta a perder el alma para salvar la de él. Rememoremos la inolvidable escena en la que Don Juan sucumbe al poder del amor intenso y verdadero:
¿No es verdad, ángel de amor,
que en esta apartada orilla
más pura la luna brilla
y se respira mejor?
Esta aura que vaga llena
de los sencillos olores
de las campesinas flores
que brota esa orilla amena;
esa agua limpia y serena
que atraviesa sin temor
la barca del pescador
que espera cantando al día,
¿no es cierto, paloma mía,
que están respirando amor?
Existieron sin embargo dos autores que les atrajeron especialmente: Dante y su Divina Comedia (que inspiró a Delacroix, a Blake, alucinados por su visión del Otro Mundo, sus cielos, infiernos…) y Shakespeare, un verdadero romántico casi dos siglos antes de inventarse el movimiento, con su amor apasionado y fatal de Romeo y Julieta, los celos de Otelo, Macbeth y sus espectros.
Fuseli. Macbeth.
Tomado de
http://commons.wikimedia.org/wiki/Category:Johann_Heinrich_F%C3%BCssli
¿No tienen algo que ver las palabras de Romeo a su amada Julieta con las de nuestro apasionado Tenorio?:
Pero, ¡silencio!, ¿qué resplandor se abre paso a través de aquella ventana? ¡Es el Oriente y Julieta, el sol! ¡Surge esplendente sol y mata a la envidiosa luna, lánguida y pálida de sentimiento porque tú, su doncella, la has aventajado en hermosura!
En todas estas ocasiones, los románticos se sintieron atraídos por el abismo y prefirieron a menudo los finales terribles. Al contrario de las películas más rosas de Hollywood, sus historias suelen terminar de forma trágica, pues el destino siempre se vuelve contra los hombres, es una fuerza ciega que los aplasta y nos conduce hacia la muerte (como el famoso Saturno devorando a sus hijos de Goya
Volvamos al ejemplo de Shakespeare, cuyos finales inspiraron a muchos de nuestros románticos por su intensidad y dramatismo. En Romeo y Julieta, la pasión entre ambos es tan fuerte que desafía lo establecido, las normas impuestas; pero el destino les gasta una broma cruel y un malentendido los lleva a la muerte cuando más se amaban: -dice Romeo antes de morir
Oh! Amor mío, esposa mía! La muerte, que ha extraído la miel de tu aliento, no ha tenido poder aún sobre tu hermosura. Amada Julieta, ¿por qué luces tan bella aún? permaneceré a tu lado eternamente y jamás tornaré a retirarme de este palacio, de la densa noche. Aquí, aquí voy a sacudir del yugo de las estrellas enemigas este cuerpo cansado de vivir. -¡Echad la postrer mirada, ojos míos! ¡Por mi amor! -(Apura el veneno.) Así, besando, muero.
Así Delacroix pintará a Grecia lamentándose sobre sus ruinas, o Gericault hablará de la tragedia humana en su famosa Balsa de la Medusa
Una actitud ambigua en donde el tiempo y la fatalidad nos persiguen pero (tal vez por eso mismo) no hay que rendirse, y aprovechar realmente el momento (carpe diem, como dirá Nietzche, un fruto maduro del romanticismo que es, a la vez, uno de los pensadores que más han influido en nuestra historia moderna). Sí, aprovechar el momento, pero conscientes de sentirnos vivos y de que podemos rebelarnos; en eso consistía el sentimiento de rebeldía romántico que aún pervive en muchos de nuestros corazones inquietos. Exagerando un poco, alguna vez habríamos hecho nuestras aquellas palabras de Don Álvaro en la obra del Duque de Rivas, cuando vemos que la injusticia y la maldad dominan nuestro mundo actual:
¡Qué eternidad tan horrible
la breve vida! Este mundo,
¡Qué calabozo profundo
para el hombre desdichado
a quien mira el cielo airado
con su ceño furibundo!
Parece, sí, que a medida
que es más dura y más amarga,
más extiende, más alarga
el destino nuestra vida.
El tiempo fugaz; el mundo que limitad la libertad, los sueños; el hombre indefenso, confuso e incomprendido; el sentimiento de melancolía, amargura, tristeza …, pero también el amor sincero, la tenacidad, la esperanza de libertad y la lucha por unos ideales; el sentirse vivo en cada momento de nuestra vida. De ahí nació el Romanticismo y ahí, porque esos sentimientos nunca han muerto, podemos vernos reflejados como hijos tardíos de una época que supo valorar la vida, sin adjetivos, sin disfraces; la vida sin más.
Blake. El Anciano de los días
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Rocío Romero y Vicente Camarasa